Escribir I
Hace tres años y medio retomé la escritura luego de no haber escrito más que cuestiones académicas y reportes de chance por casi seis años. El proceso de retorno a esta pasión -que tenía desde chica- fue abrupto, catártico, sí, estaba saliendo de una relación cuyo final fue terriblemente doloroso para mí y para él. Cosas del amor, I guess. En este retorno escupí todo lo que llevaba adentro, las ilusiones y los sueños que se habían estrellado contra el suelo y hecho trizas. El dolor se transformó esencialmente en poesía , pero también en cuentos, relatos y cosas que no eran cuento, ni poesía, ni nada (que he ido posteando poco a poco).
A unos meses de reiniciado este camino de la escritura, supe que jamás podría dejar de hacerlo, que durante años me había privado de una de las mejores medicinas para el alma y por ende, para el cuerpo.
En este proceso fue que me animé, luego de una mala experiencia en otro taller, a participar en el taller de Alfaguara –hace casi exactamente tres años- en el que conocería a personas que ahora son fundamentales en mi vida como escritora: Rafael, una especie de maestro (aunque acá entre nos no le gusta que le llamen así) y Vanessa, mi compañera de armas literarias. En compañía de ellos y de otros compañeros como Edwin Soria, Renato Buezo y Claudio López, retomé y pude comenzar a desentrañar los secretos de la literatura, que poco a poco fui cayendo en la cuenta, son secretos personales y que forman parte de un proceso, esto lo digo por que cada uno de nosotros (publicados o no) aprende de los demás, interpreta las estructuras de manera distinta y según los intereses temáticos al momento de escribir. Por ejemplo Rafa es un apasionado, entre otros, de la novela negra y por lo tanto de los procesos mezquinos que se gestan en la relación autoridad-delincuente; Vanessa por su lado desentraña la psique humana y las motivaciones que surgen de las huellas del pasado personal; por mi lado, no hay nada más que me guste tanto como la muerte, los acercamientos humanos a la misma y los miedos que desata su certeza.
Así, inicié hace tres años y medio el retorno a la literatura y a la escritura, aprendí a leer como escritora y a fijarme en los secretos de los grandes, supe que no hay mejor maestro que los libros y que es necesaria una constante retroalimentación no sólo a través de estos, sino a través de los aprendizajes y el contacto con los otros, los iguales, los que están en el mismo canal de escribir.
A partir de finalizada la novela –Las Flores- que está en proceso de publicación desde hace un tiempo, entré en una etapa de improductividad, no que no escribiera, no he dejado de escribir, si no que nada de lo que producía me dejaba tranquila, nada me gustaba lo suficiente para decir… qué de a huevo me quedó, qué buen cuento, todos quedaban en etapa de bof… ahora -y de nuevo- estoy en un proceso que ha partido de la poesía, aún bastante floja, pero quizá lo más importante ha sido descubrir que, paralela a la poesía, es que se da en mí la escritura de narrativa. Estoy feliz, estoy escribiendo, hay dos proyectos en gestación.
Comentarios
Pd.: maldito Narciso, me hizo venir corriendo!!!
Jeje, si inche Narcisse...