Mi madre
Mi madre -Anabelle Phéfunchal (sí, por cosas de la Municipalidad, su apellido y el mío se escriben distinto)- amaba el arte en cualquiera de sus expresiones, revisando un fólder con sus fotos, los recortes de prensa y mi memoria, doy cuenta que aparte del teatro, entre sus dotes artísticas estaban: la pintura –realizó varias exposiciones-, el canto –tenía una voz hermosa que se escuchaba a dos cuadras de distancia cuando ensayaba en el conservatorio-, la escritura de cuentos y poemas, la escultura y la actuación en televisión -participó como parte del elenco en una novela en México-. De ella aprendí a escribir las historias que se me ocurrían, tengo un baúl lleno de sus cuentos. Sus historias eran maravillosas. Recuerdo y guardo celosamente en la memoria –y parte en el baúl- la historia del Gatito Azul que atormentaba a una momia-embajador, lo asustaba y le dejaba notitas –sí, el gato escribía-, era una especie de justiciero en el mundo de la diplomacia; pero más que nada la pasión de mi mamá era el teatro. Fuera donde fuera, ella era actriz. Arriba o abajo del escenario, sus gestos, su postura, su forma de caminar, de hablar, era histriónica, maravillosa, fuerte, amplia. Tenía una voz grandiosa y unos ojos que al momento de contar cuentos, eran mejor que cualquier televisión, cualquier libro de imágenes, mejor que las radionovelas.
En el fólder encontré recortes de prensa, programas de teatro y por supuesto, fotos de mi madre en el escenario. Simple y sencillamente hermosa. Solamente la vi actuar una vez en los Cenci basada en una novela de Standhal por allí del año 1983 –extraño, pero los gobiernos autoritarios apoyaban más este tipo de actividades-, luego no volvió a actuar a pesar de que la acompañé por muchos años a ensayos, pero el teatro serio -y no de comedia barata- ya no tenía cabida. De cualquier manera, ella siempre actuaba, siempre repetía fragmentos completos de sus obras favoritas y nos hacía repetirlas a mi hermano y a mí, que aún recordamos, cada uno las que más le impactó. Estas fotos son de algunas de las obras en las que actuó:
La Zorra y las Uvas de Guilherme Figuereido
El Auto Sacramental: El Pleito matrimonial entre el Alma y el Cuerpo. Al pie de la foto dice: “Me apasiona precisamente el papel del Alma, por el verso, que es algo que yo siento en el más íntimo deleite”, dijo Anabelle Phéfunchal a nuestro compañero José Luis Palma
El Príncipe del Escorial de Kurt Besci, en que compartió la escena con algunos otros personajes de mi infancia: Carlos Obregón, Carlos Menkos-Deka –de los cuales guardo muy vagos recuerdos- y Roberto Oliva, ingeniero, escritor y actor.
De izquierda a derecha: Roberto Oliva como Inquisidor del Santo Oficio, Carlos Obregón en el papel del Infante Carlos y mi madre como Isabel de Valois.
Carlos Mencos Deka como Felipe II y –de nuevo- mi madre.
Hay muchas otras fotos, pero las dejaré para otra ocasión, actuó también en La Cantante Calva de Ionesco, durante muchos años jugamos a ser los Smith. Qué buenos recuerdos tengo para esta noche. Gracias Rafa por animarme a escribir sobre esto, luego les contaré de mi madre como Madrina de Ingeniería, escritora de el Gráfico, pintora, traductora en New York.
P.S.: Mi hermano tiene razón (en una conversaón por el gmail.), si bien Standhal escribió sobre los Cenci, la obra de teatro en la que participó mi madre , fue escrita por Antonin Artaud: Los Cenci o Los poseídos.
Comentarios
P.D. Gracias por ofrecerte a hospedar a esta pobre alma en pena :)jejeje
Sandra: ahhh la infancia fue maravillosa, me llevaba a los ensayos por la noche y en la mañana me dormía en el colegio, jeje.
Con lo de la dormida en las mañanas en el colegio, no creo que te hayan perjudicado mucho.
saludos
Con lo de las clases, fijate que justo el año en que se presentó Los Cenci, me eché el año, claro que no fue sólo la cuajada en las clases...
Gracias por pasar, un abrazo.