Veinte años...
Justo en la madrugada de este martes soñé a mi madre. La miraba caminando por la casa y de pronto, la casa comenzaba a inundarse. Le decía una psiquiatra a un amigo, hace años, que eso de soñar con lugares inundados es una forma del cerebro de recordar ese primer hogar, la primera casa. Mi casa se inundaba en el sueño, por la paredes corría el agua, un agua café que manchaba todo a su paso, pero yo me iba y mamá se quedaba en casa, la vi un par de segundos, era ella, pero su rostro, su cuerpo estaban hinchados como se hincha el cuerpo de los muertos, pero yo me fui.
En el sueño, me cortaban el pelo. Eso, desde algunos interpretadores de sueños, indica cambios, dejar atrás pasados, enfrentar etapas nuevas. A veces, como ahora que la vida cambió a lo largo de los dos últimos meses, decido cortarme el pelo como un acto de reivindicación de mi voluntad de cambiar. Me cortaban el pelo y Marcelo, mi hermano, aparecía en escena, decía que mamá estaba muriendo y yo salía, con el pelo corto, tan solo un poco más largo de como cuando era niña, y me montaba en un auto que manejaba alguien, una mujer rubia que iba con mi hermano.
Subíamos por una carretera, una que antes aparecía en mis sueños de forma recurrente, pero que ya tenía muchos años de no aparecer. La última vez que recordaba haber soñado este lugar, me vi, con muchos años encima pero completa, con el pelo gris y largo, con un vestido blanco. Esta vez, no. Esta vez no iba sola, esta vez iba en auto y no a pie, recorriendo las curvas y las cuestas de la carretera. A un lado veo la entrada a la colonia donde vivía mi tío, el que hace casi dos meses murió y le dije a mi hermano y a la mujer que lo acompañaba que tomáramos ese camino. Él dijo que no, que por ahí era peligroso. Mamá estaba muriendo y no recuerdo si llegamos o no hasta la casa que, para ese momento, seguro estaría completamente inundada.
Me quedó ese sabor extraño, ese que llega cuando uno siente que vaya, algo se repite. Por la tarde busqué un calendario de 1995, el año de su muerte.
Mamá murió un miércoles, el miércoles 30 de agosto de 1995. Una semana antes, en la madrugada del 24 al 25 de agosto de ese año, soñé que ella se despedía de mí. Decía que yo tenía que ser fuerte, que me quedaría sola, que esa sería la última vez que hablaríamos. Así fue, la última vez que escuché su voz fue en mi sueño. Intenté cambiar el boleto -yo estaba fuera cuando mamá murió- y no fue posible, no había lugar para regresar antes y parar lo que pasó 5 días después.
En la madrugada de este lunes 24 al martes 25 de agosto, veinte años después, volví a soñarla. No sé qué signifique, no sé si es el cuerpo el que solito está reaccionando a esa pérdida, la de la primera casa, o si es uno de esos sueños en los que los muertos simplemente aparecen.
Este domingo 30 mamá cumple veinte años de muerta.
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