El año
El año se va, se va, se va... y nunca regresará, decía una amiga de mi mamá cada año nuevo que pasaba en la casa... y sí se fue el añito, el 2010 que le dicen por esa maña de todo fecharlo, de todo etiquetarlo que tenenemos, por esas ansias de sentir que todo lo controlamos. Pero bueno, el tema es que se acabó el año y precisamente por culpa de la cultura, tendemos a hacer un recuento de lo hecho, lo dicho, lo iniciado, lo inacabado y lo acabado, con mayor o menor profundidad, claro... no es que el judeocristianismo lleve a la introspección per se, pero una manita le da, para algunos las cuentas del año se darán en función de los kilos subidos o bajados, del número de gente conquistada, de la cantidad de plata ganada o perdida, en fin, cada uno sus cuentas, sus enfrentamientos y sus evasiones... pero eso está bien, una de las cosas que más me gustan del fin de año, es esa idea de que todo puede volver a empezar.
Aunque quizá en una práctica muy egomaníaca, mi fin de año es el día de mi cumple, en estos días, (meses de acá a febrero) no puedo evitar caer en la práctica de repensar un poco en lo que el año dejó, más bien, de las cosas que logré, que hice, que dije, que decidí dejar o abordar ... digo, la vida al final de cuentas no lo lleva a uno, es uno es que decide a dónde quiere llegar, es uno el que se permite hacer, decir, cagarla o no, empezar o terminar. Pensar que es la vida la que decide, que son las fuerzas superiores -por aquello de la prueba o/y la recompensa- es algo que ha dejado de ir conmigo. No negaré que sí, hace unos años pensaba, creía (que es lo peor) que era la vida la que lo tomaba a uno de la manito y le decía "mirá pues, te voy a poner pruebas y depende de cómo te portés o te comportés, te pongo más o te doy un tu premiecito", pero desgraciadamente o no, la vida no es eso, al menos eso es lo que ahora creo. Los huevos o los ovarios -para ser políticamente correctos-, no son dados por fuerzas y santos, por inciensos y velas, los huevos decide tenerlos uno, pero con esto viene la responsabilidad, si se le quiere así llamar, de pucha, saber que uno le tiene que hacer ganas a lo que de las decisiones personales salga, resulte. Y eso, lo entendí este año, luego de leer como loca, de tener los párpados más abiertos que nunca, luego de crecer, diría el subcomandante Waco... una primera etapa de ansiedad y de hipercriticismo precedió este cambio y luego este estado delicioso en el que me encuentro ahora de seguridad, de entender que la única que decide soy yo y que con todos mis encantos y acideces no puedo controlar, ni saber o especular, ni siquiera imaginar qué pasa por la cabeza de los demás.... y estas dos cosas, saber que soy yo quien decide y que bueno, los otros tienen sus preocupaciones y sus inquietudes, me han dado finalmente una especie de paz, en la que sé que no puedo esperar mucho de los demás, y que esto no es malo, es normal, como tampoco puedo pretender dar a los demás todo lo que esperan de mi... Crecí, creo que este año crecí, dejé ir cosas y dejé de preocuparme por sus partidas, aprendí también que uno no puede conocer jamás los motivos de los demás y esto, es la "cherry" de este año... dejar ir, pero no con dramatismo -dí no al drama es el lema de los tiempos que siguen- si no con alegría por los cambios que las decisiones traen para uno y para los demás.
Aunque quizá en una práctica muy egomaníaca, mi fin de año es el día de mi cumple, en estos días, (meses de acá a febrero) no puedo evitar caer en la práctica de repensar un poco en lo que el año dejó, más bien, de las cosas que logré, que hice, que dije, que decidí dejar o abordar ... digo, la vida al final de cuentas no lo lleva a uno, es uno es que decide a dónde quiere llegar, es uno el que se permite hacer, decir, cagarla o no, empezar o terminar. Pensar que es la vida la que decide, que son las fuerzas superiores -por aquello de la prueba o/y la recompensa- es algo que ha dejado de ir conmigo. No negaré que sí, hace unos años pensaba, creía (que es lo peor) que era la vida la que lo tomaba a uno de la manito y le decía "mirá pues, te voy a poner pruebas y depende de cómo te portés o te comportés, te pongo más o te doy un tu premiecito", pero desgraciadamente o no, la vida no es eso, al menos eso es lo que ahora creo. Los huevos o los ovarios -para ser políticamente correctos-, no son dados por fuerzas y santos, por inciensos y velas, los huevos decide tenerlos uno, pero con esto viene la responsabilidad, si se le quiere así llamar, de pucha, saber que uno le tiene que hacer ganas a lo que de las decisiones personales salga, resulte. Y eso, lo entendí este año, luego de leer como loca, de tener los párpados más abiertos que nunca, luego de crecer, diría el subcomandante Waco... una primera etapa de ansiedad y de hipercriticismo precedió este cambio y luego este estado delicioso en el que me encuentro ahora de seguridad, de entender que la única que decide soy yo y que con todos mis encantos y acideces no puedo controlar, ni saber o especular, ni siquiera imaginar qué pasa por la cabeza de los demás.... y estas dos cosas, saber que soy yo quien decide y que bueno, los otros tienen sus preocupaciones y sus inquietudes, me han dado finalmente una especie de paz, en la que sé que no puedo esperar mucho de los demás, y que esto no es malo, es normal, como tampoco puedo pretender dar a los demás todo lo que esperan de mi... Crecí, creo que este año crecí, dejé ir cosas y dejé de preocuparme por sus partidas, aprendí también que uno no puede conocer jamás los motivos de los demás y esto, es la "cherry" de este año... dejar ir, pero no con dramatismo -dí no al drama es el lema de los tiempos que siguen- si no con alegría por los cambios que las decisiones traen para uno y para los demás.
Comentarios
Abrazos!!
atte
jf
P.S. Quiero hacerme seguidor de tu blog, peor no hallo el link. Me ayudas con espo porfavor?
yo también acabo de cumplir años y llevo algunos días pensando en eso.
A mí el hígado y la panza me están recordando los años que tengo, ja, ja, ja.
Un abrazo.