Caminar
Caminar fue solamente un sueño para mí durante mucho tiempo. Durante los años en los que me desplazaba a saltos.
Con 13 centímetros de diferencia entre una pierna y otra, volver a caminar -como hasta cuando tenía 6 y la diferencia comenzó a hacerse notoria, y a crecer- parecía que no ocurriría de nuevo.
Antes de los 13 años, antes de que me hicieran el alargamiento de fémur, pasé por decenas de médicos y terapistas que armaban sus teorías sobre lo que había ocurrido en un inicio y predicaban curas milagrosas en las que mi madre creía. Así me hicieron aproximadamente 11 manipulaciones cerradas, que consisten en forzar el hueso a una posición recta y enyesarlo; me soltaron los tendones (eso sí ayudó, por lo menos me permitió un poco de movimiento) y me llevaron durante años a terapia con un médico de apellido francés: Discri, que tenía la clínica en el pasaje Rubio. También en algún momento me internaron y colgaron de mi tobillo una pesa de 5 kilos, una tracción forzada, creo que se llama el procedimiento, aún tengo la cicatriz en el tobillo y no funcionó más que para sacarle plata a mi madre.
Las manipulaciones, la tracción y la soltada de los tendones, que requirió de cirujía, fueron asquerosamente dolorosas. Me socaban de valium 10, muy fuerte para una güira de mi edad pero era lo único que funcionaba y me dejaba dormir. La terapia con Discri, por otro lado tenía algo de mágico, dolorosa sí, pero los aparatos en los que me colocaba el hombre -que juraba que yo lo que tenía era un problema de columna- eran una suerte de aparatos de tortura. Recuerdo dos, aunque creo que me terapearon con otros. Uno era una silla en el que me amarraban el torso, los brazos y las piernas, y me colocaban en el cuello un cincho que estaba conectado a un cadena, que conectaba con pesas. La idea era jalarme la columna para que... para no sé qué.... El otro aparato que recuerdo era como el mesón de estiramiento, me amarraban las muñecas y los tobillos y me jalaban la pierna, algo como la tracción forzada pero por sesiones.
La soltada de los tendones y el alargamiento de fémur fueron realizados por médicos a los que mi madre había ayudado a conseguir una beca en Japón y que al volver, cada uno con unos años de diferencia, ofrecieron operarme para intentar mejorar las condiciones. El alargamiento de fémur fue realmente una cosa dolorosa y cansada, durante casi 5 meses tuve que darle tres vueltas a una tuerquita para que cada día separara milímetro a milímetro mi hueso. Un milímetro por día. Durante este tiempo y unos seis meses después de que me retiraran los clavos, como le decíamos con mi hermano, tuve que andar con muletas.
De más está contar la tortura social que ser diferente significó en el colegio. Los güiros, pero más los adolescentes, son crueles, más si a la "anormalidad" se suma la dislexia y el hecho de no tener auto ni ropa de marca. Fueron años asquerosos en los que lo único que quería era caminar.
Finalmente quedé, por complicaciones médicas y luego económicas, con tres centímetros de diferencia entre la derecha (que es más corta) y la izquierda, pero pude volver a caminar.
Ese volver a caminar se convirtió en uno de los placeres de mi vida. Quizá en uno de los más importantes. Una de las cosas que más me gusta es caminar en el centro sin ver a la gente, especialmente cuando llueve, poniendo atención solamente en la armonía dispareja de mis pasos sobre el asfalto y en cómo los sonidos de la calle, la música de los autos, la voz de las personas construyen paso a paso, la música del que camina solo.
PS. También pasé por acupunturistas, naturistas, brujos y evangelistas. Precisamente de un la sesión con el espíritu del santo pisto, es que nació mi aversión por la farsa evangélica, pero ese, ese es material para otro post.
Con 13 centímetros de diferencia entre una pierna y otra, volver a caminar -como hasta cuando tenía 6 y la diferencia comenzó a hacerse notoria, y a crecer- parecía que no ocurriría de nuevo.
Antes de los 13 años, antes de que me hicieran el alargamiento de fémur, pasé por decenas de médicos y terapistas que armaban sus teorías sobre lo que había ocurrido en un inicio y predicaban curas milagrosas en las que mi madre creía. Así me hicieron aproximadamente 11 manipulaciones cerradas, que consisten en forzar el hueso a una posición recta y enyesarlo; me soltaron los tendones (eso sí ayudó, por lo menos me permitió un poco de movimiento) y me llevaron durante años a terapia con un médico de apellido francés: Discri, que tenía la clínica en el pasaje Rubio. También en algún momento me internaron y colgaron de mi tobillo una pesa de 5 kilos, una tracción forzada, creo que se llama el procedimiento, aún tengo la cicatriz en el tobillo y no funcionó más que para sacarle plata a mi madre.
Las manipulaciones, la tracción y la soltada de los tendones, que requirió de cirujía, fueron asquerosamente dolorosas. Me socaban de valium 10, muy fuerte para una güira de mi edad pero era lo único que funcionaba y me dejaba dormir. La terapia con Discri, por otro lado tenía algo de mágico, dolorosa sí, pero los aparatos en los que me colocaba el hombre -que juraba que yo lo que tenía era un problema de columna- eran una suerte de aparatos de tortura. Recuerdo dos, aunque creo que me terapearon con otros. Uno era una silla en el que me amarraban el torso, los brazos y las piernas, y me colocaban en el cuello un cincho que estaba conectado a un cadena, que conectaba con pesas. La idea era jalarme la columna para que... para no sé qué.... El otro aparato que recuerdo era como el mesón de estiramiento, me amarraban las muñecas y los tobillos y me jalaban la pierna, algo como la tracción forzada pero por sesiones.
La soltada de los tendones y el alargamiento de fémur fueron realizados por médicos a los que mi madre había ayudado a conseguir una beca en Japón y que al volver, cada uno con unos años de diferencia, ofrecieron operarme para intentar mejorar las condiciones. El alargamiento de fémur fue realmente una cosa dolorosa y cansada, durante casi 5 meses tuve que darle tres vueltas a una tuerquita para que cada día separara milímetro a milímetro mi hueso. Un milímetro por día. Durante este tiempo y unos seis meses después de que me retiraran los clavos, como le decíamos con mi hermano, tuve que andar con muletas.
De más está contar la tortura social que ser diferente significó en el colegio. Los güiros, pero más los adolescentes, son crueles, más si a la "anormalidad" se suma la dislexia y el hecho de no tener auto ni ropa de marca. Fueron años asquerosos en los que lo único que quería era caminar.
Finalmente quedé, por complicaciones médicas y luego económicas, con tres centímetros de diferencia entre la derecha (que es más corta) y la izquierda, pero pude volver a caminar.
Ese volver a caminar se convirtió en uno de los placeres de mi vida. Quizá en uno de los más importantes. Una de las cosas que más me gusta es caminar en el centro sin ver a la gente, especialmente cuando llueve, poniendo atención solamente en la armonía dispareja de mis pasos sobre el asfalto y en cómo los sonidos de la calle, la música de los autos, la voz de las personas construyen paso a paso, la música del que camina solo.
PS. También pasé por acupunturistas, naturistas, brujos y evangelistas. Precisamente de un la sesión con el espíritu del santo pisto, es que nació mi aversión por la farsa evangélica, pero ese, ese es material para otro post.
Comentarios
Te mando un abrazo, uno enorme.
Y ya, la vida nos pone cosas feas en el camino pero ya viste... como diría una marca de whisky, you just 'keep walking'. Te quiero mucho vos!
Cuando sea grande quiero ser como vos :)
Un abrazo.
Y como diría alguíen por allí..."La vida no solamente es el cúmulo de las situaciones que vivimos, si no el significado que le damos a esas situaciones"
Abrazos.
Sandra: Ya crecerás mi pequeña hormiguita-saltamontes jeje. Abrazos vos y gracias por el comentario. :)
Claudia: Y sí, y me encanta vos, es que no hay nada mejor que las dos patulecas para andar por allí... lo demás a veces deja de importar. Abrazos :)
Anónimo: Pos no, no fue polio de hecho fue un error médico, una infección que en lugar de combatir con antibíoticos, me hicieron un raspado de rodilla, por allí se volaron un menisco y de allí empezaron los problemas, aunque se hicieron evidentes cuando cumplí los 6. Y bueno, quizá sea pura coincidencia, pero los acuarianos que conozco, que son la mayor parte de mis amigos, sufren de problemas en las rodillas ¿coincidencia o la astrología es la ciencia olvidada? Saludos.
Cristian: Uyyyy es que las escuelas son los micro mundos, con gente de a huevo y otros, otros que es mejor no recordar... saludos vos!
:O)
Tremendo aguante Denise. Ahora entiendo mejor aquel cuento que hiciste.
Como acuariana también me pasó, pero yo caminaba con los pies hacia adentro, como los patitos :o) y mi papá me hizo unos zapatos como ortopédicos y se me compusieron.Ahora tengo un caminao bien sexy casi como vos!!!
Un proceso doloroso que te hizo ser la chava fuerte que admiro tanto.
Un abrazo!