Desordenes de Semana Santa
Quizá la Semana Santa sea lo que más me gusta de ser católica, jaja, la encuentro mucho más encantadora que la época de navidad, que ha sido secuestrada por comerciantes y publicistas. No es solamente el calor (la calor que da cáncer en la piel, me decía un taxista hace unos días) que hace realmente memorable este feriado de granizadas, nuégados y helados, es el ambiente a tragedia que se respira por todos lados. De la tragedia de esta época la que me gusta, la que me encanta es la religiosa -y no la de los diarios y los muertos en accidentes-, adoro las procesiones, los cristos azotados y las dolorosas, los crucificados, los sepultados, a María Magdalena tras el cuerpo de su mariachi. Me encantan las bandas y las marchas fúnebres, las alfombras y la gente que carga. Adoro el olor a corozo e incienso de azúcar, la venta de churros en los atrios de las iglesias, el bacalao de los viernes.
En mi casa se ponía altar unos días antes del inicio de la Semana Santa. Un espacio en la sala era reservado a las imágenes de Cristo en todas las etapas de la pasión, fotografías de las más famosas imágenes de Guate, flores, corozo, palma, veladoras, algún crucifijo y una imagen del Cristo del Sagrado Corazón (que hace años no veo). Ante toda la escena trágica y olorosa, resultaba macabro que desde el mueble gris de la sala, el niño Dios de mi abuela contemplara el altar. También visitábamos los siete sagrarios el jueves santo, a pie como debe ser, algo nada difícil en la zona 1, más viviendo en el barrio de San Sebastián o en el de la Recolección, el recorrido solía ser: San Sebas, la Reco, Santa Rosa, Santo Domingo, Capuchinas, San Francisco y la Cate. Esa misma noche las calles estaban llenas de gente que hacía alfombras. En la cuadra pintábamos la semana antes el aserrín en una gasolinera que estaba a una calle, don tenso (el autodesignado organizador) se había pasado desde carnaval cobrando la cuota del aserrín y las anilinas y ese día caminaba nervioso a lo largo de la calle dando órdenes a los patojos y señores para barrer la cuadra, cerrarla, sacar las mangueras, colocar las luces para la noche, poner algunas sillas para las señoras. Luego se organizaba la comitiva que iba por el aserrín a la gasolinera y los que sacaban los moldes de las orillas del garaje de don tenso. A nosotros nos tocaba el centro de la alfombra. La última que hicimos con mi mamá fue en 1994 para el aniversario del mal llamado encuentro de dos mundos. Mi mamá diseñó algo con carabelas, estandartes y penitentes, que por alguna razón que no recuerdo, (en algún lado tengo fotos de esa alfombra, pero no recuerdo la ubicación exacta del álbum) provocó que al año siguiente la jefatura del centro la tomara alguien más. Luego la Semana Santa fue durante unos buenos años sinónimo de pana o de playa en diferentes ritmos, con diferente gente, hasta el año pasado que volví al centro, tomé algunas fotos que pueden ver acá, acá, también acá y acá. Este año ya volví al ataque como pueden ver acá, acá, acá y acá, es posible que acepte una invitación para hacer alfombra el jueves y bueno… comeré bacalao el viernes. Seguiré poniendo fotos.
En mi casa se ponía altar unos días antes del inicio de la Semana Santa. Un espacio en la sala era reservado a las imágenes de Cristo en todas las etapas de la pasión, fotografías de las más famosas imágenes de Guate, flores, corozo, palma, veladoras, algún crucifijo y una imagen del Cristo del Sagrado Corazón (que hace años no veo). Ante toda la escena trágica y olorosa, resultaba macabro que desde el mueble gris de la sala, el niño Dios de mi abuela contemplara el altar. También visitábamos los siete sagrarios el jueves santo, a pie como debe ser, algo nada difícil en la zona 1, más viviendo en el barrio de San Sebastián o en el de la Recolección, el recorrido solía ser: San Sebas, la Reco, Santa Rosa, Santo Domingo, Capuchinas, San Francisco y la Cate. Esa misma noche las calles estaban llenas de gente que hacía alfombras. En la cuadra pintábamos la semana antes el aserrín en una gasolinera que estaba a una calle, don tenso (el autodesignado organizador) se había pasado desde carnaval cobrando la cuota del aserrín y las anilinas y ese día caminaba nervioso a lo largo de la calle dando órdenes a los patojos y señores para barrer la cuadra, cerrarla, sacar las mangueras, colocar las luces para la noche, poner algunas sillas para las señoras. Luego se organizaba la comitiva que iba por el aserrín a la gasolinera y los que sacaban los moldes de las orillas del garaje de don tenso. A nosotros nos tocaba el centro de la alfombra. La última que hicimos con mi mamá fue en 1994 para el aniversario del mal llamado encuentro de dos mundos. Mi mamá diseñó algo con carabelas, estandartes y penitentes, que por alguna razón que no recuerdo, (en algún lado tengo fotos de esa alfombra, pero no recuerdo la ubicación exacta del álbum) provocó que al año siguiente la jefatura del centro la tomara alguien más. Luego la Semana Santa fue durante unos buenos años sinónimo de pana o de playa en diferentes ritmos, con diferente gente, hasta el año pasado que volví al centro, tomé algunas fotos que pueden ver acá, acá, también acá y acá. Este año ya volví al ataque como pueden ver acá, acá, acá y acá, es posible que acepte una invitación para hacer alfombra el jueves y bueno… comeré bacalao el viernes. Seguiré poniendo fotos.
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