Divagaciones sobre Eros, Tánatos y Narciso (pensamientos un poco más estructurados)
La metapsicología freudiana plantea que cohabitan en la psique y en la conciencia humana las pulsiones de Eros –placer, aceptación- y Tánatos –sufrimiento, negación-, a cada instante, desde el momento del nacimiento, y según yo desde la concepción, hasta la muerte.
Digo esto ya que creo que a medida que la mórula inicial, producto de la fecundación, va desarrollando las conexiones neuronales, desarrollando los apéndices de su cerebro, va tomando conciencia de sí mismo y comienza a intentar controlarlos. La generación de movimiento es una prueba inconsciente de la existencia y cuando el cuerpo está preparado, niega al otro, nace. Desde ese momento nace la conciencia de la soledad, la sensación de angustia que la acompaña y la búsqueda constante de la vida, del yo que para rematar, se construye en función de lo que los demás piensan que soy, de las relaciones de identificación o de rechazo que nos ayudan a construir un discurso propio, con una interpretación propia de los símbolos sociales “estandarizados”, por decirlo de alguna manera. Para terminar con esta parte, es posible pensar que dadas estas circunstancias, nadie habla el mismo lenguaje que nadie, podemos pensar parecido, pero jamás entenderemos las cosas de la misma manera, y en el ejercicio de la comunicación, interpretamos el discurso del otro en función de nuestro propio simbolismo, que determina la manera cómo vemos la vida, y cómo nos vemos a nosotros mismos.
Por otro lado, en esta constante lucha, el ser humano está conciente a cada momento no solamente de su fragilidad, si no de la posibilidad de la muerte, de dejar de ser, lo que lleva en todos los casos, a una reafirmación de uno mismo, de la vida. Y esta necesidad de sentirse vivo y especialmente de sentirse importante, diferente, trascendente, lleva a la construcción de discursos orales y simbólicos que contribuyan a esa reafirmación. En este juego es que se crea –en mayor o menor medida- el narcisismo del cual nadie escapa.
Éste se construye a partir de dos hechos: por un lado la reafirmación –individual o colectiva- a través de la construcción de un discurso, de un Eros discursivo, del placer de decir esto soy porque esto pienso; y por otro lado, consiste en la negación o Tánatos del discurso del otro, al que descalificamos por no reafirmar lo que somos, ya que si se aceptara la posibilidad de que el discurso del otro exista, estaríamos negando más que nuestra existencia, la “ilusión” de ser únicos, distintos, especiales. Lo pongo entre comillas, ya que luego de pensar y pensar en el asunto, creo que el fantasma de que ser únicos es precisamente una ilusión, es lo que genera en gran medida, la angustia y lleva a la constante reafirmación. Pero esta reafirmación no sólo responde al impulso de la vida, de la conciencia de ser, si no que necesita también de la aprobación social, de la identificación con un grupo, así se van creando colectivos de gente parecida, que generan mecanismos de control grupales, basados en una ideología común que permite la sensación de cohesión y de lealtad. Esta creación de grupos es dinámica y múltiple ya que las personas pertenecen a varios a lo largo de su vida, en diferentes momentos de su día, el rollo de los roles sociales, al final de cuentas, que van homogenizando la sociedad, ya que como planteaba Foucault, el uso de sí mismo provoca la autosegregación. Cuando uno en la infancia hace algo que transgrede, que es diferente, aprende –o no, o no le importa- que ser distinto provoca señalamiento, burlas, miradas extrañas y esto puede resultar en gran medida en una acomodamiento, disciplina de sí mismo para no ser señalado. Mi teoría, y supongo que ya otros habrán pensado en esto, es que en el fondo el proceso de crianza está plagado de inseguridad, de miedos, lo cual resulta natural, si se piensa que se está aprendiendo a vivir y que de alguna u otra manera, todos somos tímidos, todos buscamos la aceptación para poder, a partir de ésta compartir lo que en soledad somos.
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