Las locas que escriben

¿Será que todas las mujeres que escriben están locas? ¿Que son unas desadaptadas o viciosas? ¿Que terminarán suicidándose? me preguntaba paternalmente un amigo hace poco, luego de que le pasara textos de la Storni, la Woolf, la Praker, la Highsmith y de otras que no, no terminaron alcohólicas, ni suicidas, ni viciosas, ni de manera trágica. 

Por la forma como que me miraba, creo que su preocupación era que en algún momento encontraran mi cadáver colgando de una lámpara o bien, todo arrugadito, rodeado del agua mezclada con mi sangre. Aunque también creo que me imaginaba loca, despeinada, sentada en la esquina de un patio de psiquiátrico ... o descalza, andando sin rumbo por las calles, con los pies sucios y la piel curtida por el sol. Eso pude ver en su mirada. 

Sonreí y le dije, que no, o más bien que no sabía, que sí, que la literatura, la seria, la buena, te pone frente a la realidad, una más cruda aún que la de los diarios amarillistas, rojistas. Pero luego le pregunté si sentía la misma preocupación por los escritores, por los hombres y le conté de Baudelaire, de Poe, de Rimabud, de Verlaine -aficionados al alcohol y otras substancias-, de Quiroga, Lugones y de Baker que acabaron suicidándose. Creo que mi pregunta lo desconcertó. No supo qué responder. 

Después de un silencio, de un par de sorbos de café, de un par de mordidas a su champurrada sopeada, suspiró y me dijo que los textos le parecían buenos, pero que ahhhhhh se había sentido "radiografiado" en ellos, que se sentía incluso un poco culpable. Decía eso mientras miraba fijamente su taza (y no como suele hacer cuando hablamos de otras cosas y me mira directo a los ojos). 

Silencio de nuevo y me pregunta si de verdad los hombres son tan malos. Mi carcajada inundó el café, las meseras voltearon a vernos y el chico de la caja nos observó durante un momento. Sonreí de nuevo y le dije, que no, bueno, que no necesariamente y que al final, los cuentos de la Parker, los desamores de la Storni, la maravillosa forma de la Woolf de desnudar el alma humana, lo que crucifican es a la cotidianidad y la cultura, no directamente a los hombres, pero que no es posible olvidar, ni obviar que las relaciones entre hombres y mujeres, tan intervenidas por las normas culturales, las costumbres y los "deber ser", son parte de esa cotidianidad. 

La mesera se acerca y nos deja los desayunos sobre la mesa. Silencio. Sal, pimienta, picante, mantequilla en el pan. Suspiro de mi amigo, sonrisa mía. Confiesa -mientras parte los platanitos y les pone crema-que también le quedó la sensación de que las escritoras son crueles, que señalan las fallas de los humanos, especialmente de los hombres, de una manera más cruda que los escritores y me habla del cuento de la Parker en el que la mujer es abandonada por el marido que se va a vivir al club, mientras ella se desvive pensando en cómo hacerlo volver sin rogarle. Sentí que estaba frente a un desgraciado, uno que no merecía a esa mujer que había cuidado de la casa y de las amistades, sentí que era mi papá cuando se fue y me acordé de mi mamá, de sus lágrimas, de cómo decía y hacía cosas para que mis hermanas y yo no supiéramos lo mal que ella estaba. No pude sonreír. Él, que es paternalistamente dulce, estaba al borde de las lágrimas. 

Habló un rato más de su historia y luego mencionó el cuento de Joyce Carol Oates en el que una chica está al borde de ser violada por un tipejo que se presenta en su casa mientras la mamá y la hermana de Connie, la chica, están en una barbacoa. Me dio tanta rabia -me dijo- pensé en las chavitas que desaparecen todos los días. Sentí su angustia. Entonces me animé a preguntarle si le parecía mal que las escritoras contaran ese tipo de cosas y me dijo que no, pero que hasta el momento, hasta antes de leer los cuentos que le había enviado, creía que de eso sólo hablaban los hombres. 

Suspiró, sonrió y me dijo, me confesó, que hasta antes de leer esos textos, había tenido la impresión de que mi libro de cuentos, Buenas costumbres, era muy masculino. De nuevo la carcajada mía, las meseras, el cajero y otros comensales nos ven. Y siguió con la confesión diciendo que antes de enfrentarse a esos cuentos, lo que había leído escrito por mujeres, le parecía... demasiado femenino, demasiado romántico y centrado en el amor y que eso, esa preocupación primordial de las escritoras que leen sus hermanas, lo había hecho salir huyendo cada vez que alguna de ellas le recomendaba un libro. Creí que la mayoría escribía sobre amor o sobre mujeres que lograban romper los patrones y ser heroínas empoderadas, lo que de verdad me da mucha hueva. 

Para todos hay en la viña de la literatura, le dije y luego confesé que a mi también me dan pereza los libros con heroínas empoderadas, sean escritos por hombres o por mujeres. Quedamos en silencio un rato y vimos pasar un perro callejero, una tropa de alegres estudiantes, hombres y mujeres apresurados por el tiempo. La mesera retira los platos, nos sirve más café y él me pregunta si creo que esos libros, los de empoderamiento son malos, dañinos. Le digo que un poco, que son parte de la costumbre de hacernos pensar que las cosas se solucionarán porque el universo conspira. Carcajada suya. Miradas sobre nosotros.

Sigo y le digo que el éxito de los mismos está dado por esa idea, de desear y tener, de que la vida es fácil, que lo único que requiere es concentración y buenos pensamientos.  Estas sociedades perversas nos enseñan, especialmente a las mujeres, que el amor es lo primordial, de ahí el éxito de los libros de tips para cazar marido y las novelas rosa, que bueno, están bien para un domingo light, pero que no son la vida. En cuanto a las heroínas empoderadas, le digo que al momento no he encontrado un libro que se me haga verosímil sobre el asunto, que hay libros de ciencia ficción que uno puede ver y sentir como reales, pero que si llego a encontrar una de esas novelas que me parezca bien lograda, le informaré. Sonríe. 

Él entra al trabajo en media hora, y tiene que partir. Pagamos. Salimos a la calle y lo acompaño unas cuadras. ¿Entonces no están locas, ni van a terminar todas mal? -vuelve a preguntarme y su dulce paternalismo me hace sonreír. No sé -le digo- algunas sí, otras no. 

Antes de dejarlo frente al estacionamiento le pregunto si seguirá leyendo mujeres, me dice que sí, que le recomiende otras y que buscará textos de las que ya conoce. Le doy un beso en la mejilla y le digo: juzgaste al marido... a ella no... ¿pensás que estaba bien que empleara todas esas tácticas de espera, que se diera cuento a sí misma y se martirizara por un hombre? Sonríe y me dice que soy el demonio, que no pudo juzgarla porque estaría juzgando a su madre y a una de sus hermanas que recién se acaba de divorciar. Es tema para otro desayuno -me dice-. Sonrío y le digo que la literatura, la buena, la seria, está hecha para pensar, para conocer el alma de los seres humanos. Abre la puerta del auto, me da otro beso en la mejilla, me repite mi condición demoníaca y dice antes de subirse: No están locas, son grandes. 


Comentarios

la-filistea ha dicho que…
Acabás de rescatar un alma de las llamas del prejuicio (del infierno dirían por ahí).
Chulada conocer el pensamiento de un hombre que había etiquetado a la mujer en el pecado del desamor y novelas rosas.

"repite mi condición demoníaca" ja ja ja .

Al menos ya lo subiste a la tabla de la salvación.

Sos grande.
Denise Phé-Funchal ha dicho que…
jajajaja, eso espero, estaba confundidito, le dije, ¿sabés que voy a escribir sobre esto verdad? por eso es que repite lo de la condición demoníaca jajajaja. Abrazos mi gran Filis.
Unknown ha dicho que…
Pero sí la que única que ha visto tu muerte de cerca porque la ha perpetrado, soy yo. "Somos pocos pero locos" JAJAJAJA
Denise Phé-Funchal ha dicho que…
OH! mi asesina y loca favorita <3
Edgar Sáenz ha dicho que…
Coincido contigo, siempre la literatura más cruda es la que te enriquece más. Y no aquella en la que sus grandes hombres o mujeres son ideales, esas son -casi todas- puras pajas mentales. Me gusto mucho tu libro de las buenas costumbres, está muy chido, hace pensar, que es lo que se busca siempre en un libro.

Un abrazo.
Te mandé un e-mail, no sé si te llegó
Denise Phé-Funchal ha dicho que…
Acabo de contestarte Edgar! y sí las más fuertes te abren al mundo real. Abrazos muchos y mano, si tenés facebook buscame por ahí! Abrazos

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