Yo... la pura
Luego de semanas de querer ver la obra de teatro Yo... la pura, pude asistir ayer a
La obra presenta la historia de Cuaresma, Gloria y Pura, tres mujeres inmigrantes en Estados Unidos, cuya profesión es la prostitución. A través de una sola escena de aproximadamente una hora, Emanuel Loarca -director y libretista- logra entrar en el alma de las personajes y plantearnos una realidad cruda, llena de las contradicciones: risa, sueños, lucha de poderes, violencia, inocencia y especialmente la amargura que de poco a poco se implanta en la vida, en la forma de verla y en la relación con los otros.
Yo... la pura, cuenta con un juego de voces, un juego de diálogos muy bien logrado. Fina, sería el calificativo que usaría para describir la obra de Loarca, una fineza que ocurre en un ambiente sucio, vulgar. El argumento es como un alfiler entrando despacio, despacio entre el humor vítreo y el iris, un alfilercito que primero nos hace reír ante la amenaza de lo posible, amenaza que desde el inicio sabemos trepanará el alma, dejándonos en un estado de ánimo calamitoso, deliciosamente reflexivo. No en vano Emanuel Loraca ganó hace algunos meses el primer lugar en el Concurso de
Por otro lado, el montaje de la obra fue muy bien pensado. Dos esquinas, un farol, basura, como casi cualquier punto de barrios bajos en los que la prostitución ocurre, sea en el Bronx o en los callejones que rodean el Cerrito del Carmen, la colonia Landívar, la 3ra avenida de la zona 1... la basura juega también un papel importante en la obra, una caja de cartón adornada en una esquina con una silueta femenina, contiene los sueños; una caja de plástico cerca del farol, nos habla de la edad, del cansancio, de la cercanía de la muerte. Paredes manchadas con leyendas que nos permiten entrar más en el ambiente, un rostro en una de ellas que nos observa constantemente, como un juez que mide las reacciones. La música que nos muestra la variedad de clientes de la prostitución, clientes que al mismo tiempo que buscan ese servicio, desprecian a las servidoras. El vestuario, el uso de los colores, nos habla del alma de las personajes, especialmente el rojo que nos señala la relación de éstas con su sexualidad y con el sexo. Los zapatos son también un hermoso elemento a tomar en cuenta.
Hay una escena que me recordó a los años de la adolescencia and beyond!. Las tres mujeres hablan de su sueño perdido que es el mismo, ser estrellas de Broadway y bailan Hey Big Spender! de Sweet Charity... No pude evitar pensar en tener 17 años y estar en compañía de chavos que tenían cuates más grandes, como de 30, y que estos a su vez tenían cuates viejos, como de 40... varias veces me tocó presenciar la humana escena de tres generaciones cantando y haciendo como que tocaban instrumentos al ritmo de un rockon de Led Zep o Pink Floyd, también tocaba en esas ocasiones escuchar a los cuates decir que eran parte de una banda, a los de a 30 que antes tocaban guitarra y a los más viejos decir que habían sido vocalistas, o que también soñaban con eso de jóvenes. Pude ver a estas mujeres en la soledad de sus pequeños cuartos bailando y cantando otra pieza de Broadway, mientras se arreglan para salir a trabajar, tal como lo hacemos aquellos que nos echamos un concierto de rock en la mañana, pensando en los viejos tiempos.
Finalmente vale la pena mencionar que las tres actrices logran dar vida a sus personajes y más allá de eso, logran interpretar tres etapas de la vida. Damaris Quisquinay, una actriz joven, estudiante de
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