Basta, basta de llamarme así
Enero, el regreso a clases, el cumpleaños de mi prima Sorel y el viento frío me recuerdan inevitablemente a mi madre. Quizá es por eso que en este mes, más que en el resto del año -incluso el mes de su muerte o de su cumpleaños-, me agarra un ataque de melancolía profunda. Creo que nunca he dejado de extrañarla. Probablemente jamás deje de hacerlo. Lo que más extraño es la naturalidad con la que me explicaba el mundo y la vida a través de las pinturas, especialmente El jardín de las delicias de Bosch y El triunfo de la muerte de Brueghel El Viejo. Fue de mi madre de quien heredé la visión filosófica -y obscura- de que la combinación ego-poder es el factor máximo de corrupción, de crueldad, de traición. En todos los niveles y desde todas las perspectivas, no hay como huír si se da esa combinación, la destrucción ocurrirá. También de ella aprendí que la religión es una potente arma de dominación, de alienación. Quizá la guerra, las bombas, las muertes y toda esta mierda que no termina de caer sobre la humanidad, serían menos duras para mí se ella estuviera. Pero no está. La primera vez que escuché esta canción, hace unos cinco años, venía de trabajo de campo en Quiché, era una tarde de agosto y el cielo estaba como el de hoy, gris y brillante, el viento frío y grosero. Carlos manejaba, llevábamos algún tiempo en silencio, escuchando la radio, preguntándonos si la carreterra en algún momento terminaría. Comenzó esta canción. La voz de Vicentico que cuando quiere es capaz de abrir heridas profundas o de provocar alegrías inexplicables. No pude evitar llorar. Tampoco Carlos. Lloramos en silencio. Habíamos hecho entrevistas sobre la guerra y las exhumaciones, habíamos escuchado cómo la gente reconoció a sus familiares por piezas que habían sido bordadas para ellos, por un monedero, unos zapatos. Habíamos pasado semanas escuchando de fosas clandestinas, de torturas y muertes a manos de guerrilla y ejército. No hay poderes buenos, el mundo está podrido. Esta canción, el cielo gris -el favorito de mi madre- y los relatos de la muerte, me hicieron pensar en ella. Como hoy que sonaba esta canción mientras Juan Manuel manejaba, el tráfico parecía no terminar, tampoco las guerras, las muertes, la mierda.
Trato de explicarme el mundo, mientras revisito las pinturas de Bosch y de Brueghel El Viejo en los libros de mi madre. Mientras pienso que quizá nada vale la pena y canto Basta, basta de llamarme así, ya voy a ir, voy a subir cuando me toque a mí. Mientras, yo te canto esta canción, en tu voz, en tu honor o en la voz de los que estén durmiendo ahí. Y juro que la cara voy a dar, cada vez, cada vez que alguien te nombre aquí o allá...
Trato de explicarme el mundo, mientras revisito las pinturas de Bosch y de Brueghel El Viejo en los libros de mi madre. Mientras pienso que quizá nada vale la pena y canto Basta, basta de llamarme así, ya voy a ir, voy a subir cuando me toque a mí. Mientras, yo te canto esta canción, en tu voz, en tu honor o en la voz de los que estén durmiendo ahí. Y juro que la cara voy a dar, cada vez, cada vez que alguien te nombre aquí o allá...
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un abrazo vo