La burbuja


Comenzó por mi pie, por la uña meñique izquierda que una mañana sintió el cosquilleo alrededor de su cuerpo.

Te encontraba en los espejos, en las ventanas del bus, te escuchaba hablar y hablar de música, cerraba la puerta de casa y allí estabas, hablando de política, hablando y hablando, presente en todo momento y las personas hablaban bla, decían bla, bla, que vos y yo bla, bla, bla, y vos seguías hablando, seguías diciendo, seguías llenando el espacio, y yo como loca caía, te escuchaba, dejaba que nublaras mis sentidos y que tus palabras se posaran sobre mí y me calaran despacio, ascendentes, efervescentes en una metástasis burbujeante que invadía cerebro, colmaba piel.
La música de tus palabras fue creando pequeñas pompas a lo largo de mi carne y de mis huesos, saturó toda lógica, engañó los sentidos y puff, me tocaste y explotaron todas. Inventaste mi burbuja, tus palabras me formaban, me llenaban del dulce líquido de los sueños y de los deseos de tener cerca tu materia, de respirarte por los poros, deslizarme por tu cuerpo, llenarme de tu aliento, de tu latido.
Viví en el suave flote de mi burbuja. Pasaron coches encima, manadas de elefantes llamaron a la puerta, tropas de hormigas intentaron infiltrarse, incluso cerdos pretendieron allanarla y decirme que la cobardía te ganaba, que buscabas un pretexto que no existía.

Me dejaste flotando en aguas calmas, demasiado calmas. No apareciste más. Privaste de oxígeno mi burbuja.

Los líquidos puros comenzaron a enturbiarse cuando caí en la cuenta de tu apatía. Ardían, desgastaban mi piel. Hervían dentro de la burbuja. Apestaban los sentimientos. Los líquidos se tornaron verdes. Amarillentos. Envenenaron todo rastro de vos. Cocieron las paredes. Me encarcelaron en la asquerosa ampolla.
La infección ardiente de mis sentimientos sin oxígeno arrancó tu cadáver de mi cuerpo, extirpándote de mis huesos a fuerza de llanto, rompiendo mi piel.
Tus uñas crecían dentro de nuestra asquerosa burbuja cada vez que algo de vos se desprendía de mi y se reintegraba a ti muerto. Las cuerdas vocales y las manos fueron casi lo último en emerger de mí, mientras las uñas de tus pies herían mortalmente nuestra ampolla.
Y allí estabas. Pude verte.
Flotando.
Muerto.
Pálido.
Maloliente.
Tirado.
Triste
Una última convulsión: tu corazón sangrante sale por mi boca. Cae entre mis manos.
Lo peso.
Lo beso.
Lo muerdo.

Lo tiro.

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