Del teatro y otras cosas
A veces me parece que no importando la hora a la que uno vaya al teatro de cámara del nacional, se escuchará siempre la música cumbio-evangélica que sube desde una casa vecina, en la que me pregunto si existirá una de esas misiones de perpetua adoración. He escuchado cantar hombres, mujeres y quizá niñas o niños en esa edad en la que no se distingue bien el sexo del cantante. A pesar de que soy terriblemente antifanatismos de cualquier tipo, especialmente los religiosos, no puedo negar que esa cumbio-adoración me saca una sonrisa y me dan ganas de bailar. Me gusta también el teatro de noche, las luces encendidas de los cientos de foquitos que están en la sala del teatro de cámara. Me gustan sus butacas rojas, aunque me entristece que las minilosas del mosaico exterior se caigan sin que alguien se preocupe de volver a ponerlas en su lugar. Aunque me parece trágico que la gente no vaya al teatro, al teatro de no-albur, no puedo negar que me encanta encontrar mi lugar (sí, mío) vacío y l...