Polvo
Tu rostro cambió al volver del viaje. El de ella también. Anunciaste que nuestra casa no estaba lista aún, que el arquitecto había dicho que tomaría unos meses. Dijiste que la querías llena de lujos y detalles, con sócalos de madera, grifos de plata, ventanas francesas y dejaste mis cajas, nuestras cajas, en el garaje de su casa. Nos recibió sonriente como siempre, empujando sin dificultad la silla de ruedas, dijo que nos instalara en tu habitación de adolescencia, que solamente serían unos meses y tu te resististe siempre a llevarme a nuestra casa, quiero que sea sorpresa -decías- y yo creía en ti como en nadie e imaginaba la casa, su segundo nivel, lámparas de espejo y baños de porcelana. Pero ella fue abriendo las cajas, sacando poco a poco mis cosas, las cosas que había heredado de mis padres muertos, los regalos de boda, las fotografías antiguas y mis diarios de niña. Un adorno acá y una fotografía por allá, mis cajas se fueron vaciando y las cosas confundiéndose, las suyas y la...