Catorce
A esta hora seguramente estaba ya sobre la losa. Esperando a ser abierta, estudiada, diagnosticada la causa de su muerte. Su piel tendría la misma consistencia que los oasis para arreglos florales que comenzaban a llegar a la funeraria. Las pupilas dilatadas bajo párpados rígidos, los labios secos de muerte simulando una sonrisa. Personas hurgarían en su ropa seleccionando el traje blanco y negro que quizá aún sobreviva bajo la tierra. A miles de kilómetros eran las cinco de la mañana y en el tocadiscos sonaba compulsivamente Bird of prey de los Doors.
No volví a verla, ni toqué su cabello, no pude darle un beso en la frente y esperar la madrugada para abrir la caja y poner en sus manos o bajo su lengua, las monedas para Caronte. Dejaron de existir sus ojos brillantes, su voz de jazz que inundaba los pasillos y los cuartos de la casa, los tacones que anunciaban su cercanía desde la esquina. Dejó de perseguirme su sonrisa maliciosa que esperaba una señal de aburrimiento p...