Cinco días light: día 5 (un día después)

Cuando la cabeza decide dar vueltas sin parar, lo único que puede hacerse para no perder la cordura es parar. Respirar. Ver un poco de tv basura y dormir. Vi el Roast a Charlie Sheen, me reí un poco, no mucho y pude dormir para iniciar el último día de obligarme a ser light. 

Día 5: 11 de marzo 2016

En la mañana me levanté un poco tarde, sin duda la risa logró relajarme un poco más de la cuenta y vaya, tocó poner el café, meterme a bañar, prender la tele en el canal del lightness perpetuo y enterarme que Shakira andaba de visita en Disney y que a Eugenio Derbez le dieron su estrella en el paseo de Hollywood (¿quitarán y pondrán estrellas o ya irán por la doble fila?). Nada extraordinario. Llegué justo a tiempo al parqueo, saludé al canche que cuida de mi auto y todavía me animé a ir por un croissant con frijoles al isopan. El café, que sólo en la mañana puede calificarse de regular como en toda oficina, no estaba listo aún, así que volví con un vaso con agua hasta mi lugar de trabajo y me senté a revisar un proyecto. A las 9 había reunión con el jefe. Hablamos de las vainas del chance -y cuando digo vainas son lo bueno y lo malo- y la luz comenzó a fallar, a encenderse y apagarse como si el edificio estuviera poseído y al borde de las dos de la tarde, luego de comer pizza, nos dio permiso de salir antes. Dos horas antes, es toda una bendición (sí, uso esa palabra en este tipo de circunstancias), más si se trata de un viernes (y el cuerpo lo sabe).

Como sana práctica de oficina, nos fuimos a tomar unas chelas, según nosotros a las cien puertas pero vaya, a la hora que llegamos estaba cerrado y no quedó otra que quedarse en otro de los barcitos (¿barsuchos?) del pasaje. Hablamos de la chamba, de las cosas que se dan en las comunidades, de las ondas de la oficina, mucho de lo que no se puede hablar dentro de las paredes de la ofi y hablamos de otras cosas, de la adolescencia, de gente que conocemos en común, de experiencias de chamba pasadas. En realidad se trata de un lindo grupo de gente, de gente que ve el mundo y que ve Guate de una manera similar a la mía, con el alma y con la razón en una constante lucha. Creo, sin lugar a equivocarme, que quizá lo más lindo de este trabajo ha sido esta gente.

Mientras la charla transcurría y bebíamos una jirafa de cerveza entre varios, cerveza aguada que seguro era ice, pensaba en el pasaje como era antes. En las historias que vivimos ahí con la gente de la U hace, uffff, hace ya un chingo de años. Pensé en uno de esos amores que se ha quedado en mi vida, a quien conocí ahí y que, como cosa rara para la forma fría y acuariana como termino mis relaciones, sigue siendo parte de mí. Pensé en los momentos en los que el pasaje me parecía lindo, tranquilo, con cafés en los que se podía hablar y no había que adivinar -como ayer, aunque la pary no había iniciado aún- las palabras de los interlocutores en medio del reggaetón que salía de dos de los locales. A la hora en la que estábamos, los casi únicos presentes eran los meseros de los locales, que cada vez que alguien entraba al pasaje, se abalanzaban sobre ellos para ofrecer a mil por segundo, las ofertas de bebidas espirituosas para esa noche. Cuando una chava iba entre el grupito que se aproximaba a buscar un lugar donde beber, las miradas de los meseros en manda se iban tras su trasero -supongo que para no afrontar a los chavos que las acompañaban y que, desde la lógica de los machos en grupo, es el dueño de la chava que va con él-. Asqueroso comportamiento tan arraigado en la cultura.

Tuve que irme más o menos temprano por algunas obligaciones con las que aún debía cumplir. Ya por la noche vi a una querida amiga y hablamos de mil cosas, desde su niño, hasta el tinder que estuve explorando en el celu de una cuata hace una semana. A todo esto, sigo teniendo como fantasma que persigue, la imagen del funeral, la sensación de miedo que me dio estar en ese lugar y la sensación de pesadumbre que se ha instalado en mi cabeza y que me hace pensar una y otra vez en cómo llegamos a esto o si, como me decía una querida amiga hace un par de días, la historia de la humanidad está llena de muertes, de grupos delictivos que se encargan de sembrar miedo. Sigo pensando que al final de cuentas, se trata de un problema de Estado y de capacidad de satisfacer las necesidades de la gente que lo conforma y a quien se supone deben proveer medios para acceder a sus derechos básicos de alimentación, vivienda, educación, salud, ocio. No sé, seguiré con estas cosas dándome vueltas en la cabeza.

Ayer fue quizá el día más light de mi experimento. Sigo pensando que quizá el ser light y un tanto  -o un mucho- desprendido de las cosas que pasan alrededor es parte de la crianza, de la manera como se aprende a ver el mundo desde la infancia. Al final, yo también vivo en una burbuja en la que puedo optar por no ver -o ver- partes del mundo que no me gustan, una burbuja que me protege la mayor parte del tiempo y que, al menos hasta el momento, no ha reventado del todo. Por años me he dedicado a leer y pensar sobre la guerra en Guatemala, esa que dicen que terminó hace casi 20 años pero que al final de cuentas sigue, sigue ahora con la maña de los gobiernos de meternos a los militares. Sigue con otros "enemigos" que -como en la guerra- podemos llegar a ser todos, sigue sin estar completamente declarada. Se me enchina la piel de pensar que estas olas de violencia no pararán, que se viene una ola de represión tremenda que quizá lleve a fortalecer aún más el pensamiento de que el que muere de manera violenta en este país es, casi siempre, gente "metida en algo".


Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Nada light, estas reflexiones sobre un experimento bien interesante.

Y sí, qué feo se ha vuelto ese pasaje. Se encuentra uno ahí -por lo menos la última vez que fui, hace unos 4 años- con una forma de lo light que contiene elementos que no lo son tanto: la música de lo más comercial, probablemente temas de conversación y posturas hacia lo político que pueden considerarse light, apego a la moda en cuanto a ropa y peinados, etc. conviven con pijazos, botellazos, hasta plomazos, violencia cocainosa que resulta bastante hardcore en medio de todo esa light-titud.

Gracias por compartir.
FR
Denise Phé-Funchal ha dicho que…
Es terrible, al final el pasaje se volvió un reflejo de lo que esta sociedad es. Light y violenta. Gracias por leer.

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