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Mostrando entradas de diciembre, 2006

Ramirez Amaya

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Acá están finalmente, los dos cuadros de Ramirez Amaya. El primero estaba en la habitación de mi abuela y realmente me daba mucho miedo pasar frente a su puerta y ver a los dos muñecos, muertos en el cuarto de los muñecos. El segundo es Andrés, el french poodle de mi mamá.

Cuestión de piel

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T odas las noches escucho a mi madre romper los espejos que mi padre, afanosamente, compra para martirizarla. Está de más decir que en casa no hay espejos. Al inicio mi hermana y yo buscábamos el reflejo de trozos de vidrio que habíamos rescatado del miedo de mi madre, que pulveriza completamente cualquier cosa que la refleje. Escondíamos entre cuadernos y libros, pequeños fragmentos de espejo que quebrábamos de los baños de la escuela. Pero ella se dio cuenta pronto y nos prohibió salir de casa. Mi madre tiene miedo a la edad, a las arrugas que acabaron con la piel de porcelana de la abuela. Los vidrios fueron cambiados por tablones, los pisos -alguna vez brillantes- estaban cubiertos por una capa de pintura mate y aserrín . La deslumbrante piel de la abuela se exhibe pretenciosa por toda la casa, inmortalizada en daguerrotipos, retratos y algunas pocas fotografías anteriores a sus treinta años. Recuerdo cuando mamá cumplió treinta. Papá llega tarde en la noche, luego de pasar al ba

Sor Juana, ahhh Sor Juana, cuánta razón teneís...

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Hombres necios que acusáis a la mujer sin razón, sin ver que sois la ocasión de lo mismo que culpáis: si con ansia sin igual solicitáis su desdén, ¿por qué queréis que obren bien si las incitáis al mal? Combatís su resistencia y luego, con gravedad, decís que fue liviandad lo que hizo la diligencia. Parecer quiere el denuedo de vuestro parecer loco, al niño que pone el coco y luego le tiene miedo. Queréis, con presunción necia, hallar a la que buscáis, para pretendida, Thais, y en la posesión, Lucrecia. ¿Qué humor puede ser más raro que el que, falto de consejo, él mismo empaña el espejo, y siente que no esté claro? Con el favor y el desdén tenéis condición igual, quejándoos, si os tratan mal, burlándoos, si os quieren bien. Opinión, ninguna gana; pues la que más se recata, si no os admite, es ingrata, y si os admite, es liviana. Siempre tan necios andáis que, con desigual nivel, a una culpáis por cruel y a otra por fácil culpáis. ¿pues cómo ha de estar templada la que vuestro amor pr